sábado, 14 de noviembre de 2015

Esa luna punzada y roja

Me soltó de sus manos.
Me olvidó la vida,
y probé lo amargo
de las despedidas.

Me acarició el corazón
y escrutó una herida.
Se acercó a verlo:
Sangraba sin vida.

Obedecí al temor
y alargué los dedos
y de la manzana podrida
los gusanos salieron.

Gozaron los dioses
del castigador verbo.
Me negó su manto.
Se rasgó mi pecho.

¡Alma perdida y cobarde,
Que toda lengua viva
se muera al besarte!

¡Esencia y perfume de moras,
Que todos tus males
te quiebren las hojas!

Amé como brisa al alba,
a su voz tan limpia y clara
que llamaba a mis toscos leños
y construía empalizadas.

Salía el verso loco,
vivía en su mirada.
Calló como un craso tronco,
murió en su vaída cascada.

Vulgaridad, hábil y medrosa
vino a romper el jarrón de rosas
cedió el labio al aire
y se ahogó por pasión de flora.

Lloró la tierra el agua
que la luna vertía roja.
Yo soy esa luna punzada,
rebosante de luces engañosas.

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