martes, 31 de mayo de 2016

Ruido en el silencio

No me llena la soledad el vacío
que antaño succionaba mis entrañas.

No solventan sus amarras el temor
que cercenaba mis huellas.

No halla presa entre sus garras la muerte infinita
no sacia mi sed el llanto o la agonía.

Ya la flor marchita se yergue entre la miseria
y con el rostro contrito por el pesar pasado
demanda hacia la bóveda celeste consuelo y mansedumbre
 con el frío calando sus hojas negras.

Ya vehemencia ya desafecto despierta
los colores que consumió el tiempo
y hace brillar su tallo como ningún otro astro.

Sin embargo su brillo se atenuó
cuando cayó la noche sobre su nimio cuerpo
y se abrieron las cicatrices que creyó tener cerradas.

Pobre flor mustia y atribulada,
nadie logró verla en la noche pues bien sola se hallaba
y apenas era recuerdo que en el silencio estallaba.