miércoles, 29 de abril de 2015

Qué nos queda...

Qué nos queda si no miedos,
árboles a los que matar,
mares que agotados se ahogan,
tierra acre con sabor a sal.

Qué nos queda si no rabia,
pájaros que desterrar,
desilusiones, ideas utópicas
por un camino de cristal.

Qué nos queda si no fríos
papeles testigos de nuestro mal,
hombres de acero astillados,
sin goces ni libertad.

viernes, 24 de abril de 2015

No me dejes sola

En el amanecer roto,
transpira mi espíritu.
¡Ojalá un cuervo quemara
mis restos al vacío!

Por doquiera que vaya,
hirientes sombras veo.
qué vivos los muertos,
qué muertos los vivos.
mas qué pesar el mío
que fría quedo.

Muerta la flor de la vida,
ya nada merezco.
Si mis súplicas oyeras,
si escucharas mi voz,
cuanto te quise, y quiero
y dejaras a Dios...

Allá en el cielo viva,
está mi consuelo,
mi dulce madrecita,
a quien yo más quiero.
Ay contigo quisiera irme,
pues sola me quedo.

Dulce madrecita,
niña de mi amor,
no me dejes nunca
lejos de tu voz.

domingo, 19 de abril de 2015

Tus manos ya no mecen mi cuna

Tus manos ya no mecen  mi cuna
mis dedos no respiran tu hálito.
La sombra se irguió en la luz.

Los colores cálidos de antaño
pintan negros mi paisaje blanco
y el cuadro se vierte en un arcaduz.

Tus ojos ya no cierran los míos
y mi batalla acabó con heridas
que arrastran furtivas la salud.

Cómo acariciar el frío viento
si las manos ya están congeladas,
deseando encontrar el sur.

¡Aléjate de mí, vil pesadilla!
Mis brazos abandonan tu ruina,
y mis alas tu decrepitud.

Aléjate allá, donde el mar juzga
y la juventud no es senil
ni supura vidas, como tú.

lunes, 13 de abril de 2015

Entonces y además.


Cuando el llanto, partido en dos mitades,
cuelga, sombríamente, de las manos,
y el viento, vengador, viene y va, estira
el corazón, ensancha el desamparo.

Cuando el llanto, tendido como un llanto
silencioso, se arrastra por las calles
solitarias, se enreda entre los pies,
y luego suavemente se deshace.

Cuando morir es ir donde no hay nadie,
nadie, nadie; caer, no llegar nunca,
nunca, nunca; morirse y no poder
hablar, gritar, hacer la gran pregunta.

Cuando besar una mujer desnuda
sabe a ceniza, a bajamar, a broza,
y el abrazo final es esa franja
sucia que deja, en bajamar, la ola.

Entonces, y también cuando se toca
las dos manos el vacío, el hueco,
y no hay donde apoyarse, no hay columnas
que no sean de sombra y de silencio.

Entonces, y además cuando da miedo
ser hombre, y estar solo es estar solo,
nada más que estar solo, sorprenderse
de ser hombre, ajenarse: ahogarse sólo.

De Ángel González

miércoles, 8 de abril de 2015

Mi armadura acorazada

Pinto rojas las dovelas
que sostienen mi portal,
y las luces que se filtran
entran para matar.

Mi espada es el parteluz,
mi alma escudo de roble,
que alegrías venideras
combatirán con goce.

Ya no ríen mis mejillas
en mi cueva me resguardo
y las flores que adoraba
con rigor ahora espanto.

Mi malla protege el alma,
fiera enjaulada hambrienta
de infamia y calamidad
y nunca contenta.

Los ríos que me rodean
en fuego están tornando
ya no blando la dura espada
mis carnes están cambiando.

Mis caballos tiran de mí
y las heridas están abriendo
canales fuera de sí
y las carnes están cediendo.

En mi cueva de arena y cal
están llorando los jilgueros
a falta de sol y pan
aguzando los tormentos.

Bebí de esa fuente maldita,
y construí una armadura
para matar al corazón
dándole sepultura
a mi pobre desazón.

miércoles, 1 de abril de 2015

Y ser anegada por siempre jamás.

Quisiera perderme en el triste horizonte,
echar la vista al suelo y no parpadear.
Sentir el otoño calar en mis huesos
y hundirme en el sueño profundo del mar.

Quisiera sacarle la espina salada
a la triste melancolía de mi ciudad.
Ver las gentes limpias, abrazos y besos,
que el hombre más bello me sepa amar.

Quisiera mecerme en la anchura de un río,
y ser anegada, por siempre jamás.
Coger la flor, mariposa o cielo
y clavarme su dulce, su dulce maldad.

Oh mis amores todos,¿quién os manda callar?
amor maltratado, amor que rehúyes,
si no te sacia mis ojos, te sacie mi mal,
te oculte en su noche mi alma mortal.

Ven, madre mía, acuéstame en tu nube,
que quisiera ser libre a la orilla del mar.
Decir adios con los ojos. La lengua, muerta.
Lanzarme a tus brazos y no despertar.

Soltar la amargura punzante del alma
cubrirme el cabello con lodo y sal,
saltar a la espuma como una gaviota
dejando retales de mi soledad.