lunes, 30 de marzo de 2015

Devorada por la soledad


Anoche las horas no pasaban,
anoche las lagrimas me sepultaban,
anoche la oscuridad fue eterna
y me resguardé en mi propia pena.

Sentí la luna más cerca que nunca,
el acecho de la muerte en mi nuca,
el pasado en mis manos retorciéndose
y me cubrió la locura con su guante negro.

Desperté con las cuencas huecas,
sentí a los gusanos en mis muñecas,
y cómo devoran las hienas su presa
así mi piel era devorada por la soledad.

La vejez tornaba presta

Estaban las flores apresuradas
en mi alma como una cascada
tocaban campanas las estrellas
y yo danzaba con ellas.

Llegaba el frío a mis ojos
y la vejez tornaba presta
¡dios mío que en el suelo rojo
estaba mi alma muerta!

Las flores se espinaron
como unas acacias secas.
Y las estrellas se quedaron
tan vacías como mis cuencas.

Era la hora y estaba desnuda
¡como mi alma en su sepultura!
Ay ya se me cayó el velo
y los ojos en un profundo sueño.

Lo olvidó para siempre.

- Te quiero. Dijo ella. ¿Qué? Contestó el. Nada, olvídalo. Respondió ella.
Y él lo olvidó para siempre.

sábado, 28 de marzo de 2015

Las olas te recogerán.

El dolor se instala fuerte
las carnes blancas y frías
comienzan a ceder a la mente
El hierro duro y pesado penetra
penetra la desazón eterna.

El frío cala los huesos
se oye la sangre suspirar
rumores huecos como el alma
que aún con lengua no sabe hablar.

El dolor se hace innato
dentro, las ideas vienen y van
dejando llagas infectas,
llagas que no sanarán.

El frío acaricia los ojos,
sabe de este triste final
la oscura noche está llegando
y se oyen las aguas bramar.

Duerme ahora azuzada que
las ropas cayéndose están,
la sangre escapando toda,
el cielo ofreciéndote pan.

Toma el cáliz de la muerte,
los miembros ceden ante el mal,
el hierro ya ha penetrado,
las olas te recogerán.

lunes, 23 de marzo de 2015

Ay la muerte, tan amiga...

Échame sal, compañera
sustituta de todo, carnicera,
échame sal, compañera,
ay soledad, yo soy tuya.

Quiéreme así, primavera,
con las hojas siempre negras
y las flores siempre mustias,
ay tristeza, yo soy tuya.

Qué tormentoso frío me hiela,
sangre gris, polvo y arena
dentro de mi carne muerta,
porque oh, soy tan tuya ...

Déjame morir en el río,
o que arda el corazón mío,
que ya no me queda vida
compañera, llévame lejos.

¡Dolor, penumbra y demonios! ¡Ea!
¡Aquí os quiero, dejad que muera!
Amargo sabor es la vida.
Ay la muerte, tan amiga.

jueves, 12 de marzo de 2015

Qué nos queda...

Qué nos queda sino mundo,
árboles a los que matar,
mares que agotados se ahogan,
tierra acre con sabor a sal.

Qué nos queda si no rabia,
pájaros que desterrar,
desilusiones, ideas utópicas,
por un camino de cristal.

Qué nos queda si no fríos
papeles testigos de nuestro mal,
hombres de acero astillados,
sin goces ni libertad.

La fatalidad

Mira mis venas desintegrarse,
mi piel desollarse
frente a olas de metal y muerte;
el viento me arrastra hacia un árbol sangrante,
heridas saladas y asfixiantes.

Delira mi mundo,
se desquicia mi rumbo,
muero, oh vida cruel,
oh quebrado corazón infiel
silénciate con dolores,
haz que lloren las flores.

Y sin embargo...

Te miran los astros y se esconden,
te miran las aguas y se retiran,
te mira esa mujer y mi cuerpo
no reacciona sino muere.

Te miro yo con los ojos en el cielo,
en las aguas, en la tierra, te miro y...
solo puedo amar.
y sin embargo, sólo ves los ojos
de aquella que te rodea el brazo...

domingo, 8 de marzo de 2015

Tengo un querer y una pena: la pena quiere que viva; el querer quiere que muera.

Ay del niño sin su madre

Ay niño, qué será de ti
de tu nube de algodón,
de la hoja sombría,
de tu tibio corazón, 
de la tristeza nevada,
de esta cárcel sin prisión
de mi muerte temprana,
ay niño, me faltan palabras,
y me sobra penumbra
y me riegan las sombras,
ay niño, mi alma rezuma
soledad entumecida
y una muerte dolorosa.
Ay! qué sera de mi niño blanco
sin la voz de su madre temblorosa...

A veces...


A veces siento que se me secan las ramas
y se me caen las hojas
y me quedo desnuda frente a ti,
oh viento que con fuerza me entumeces...
y me volteas, me acaricias,
acaricias el follaje de mis pies,
acaricias suave mis formas.
Y me siento como el fresno,
como una risa colectiva y burlona,
como las alas perdidas de un ángel.
Así es mi otoño, lejano y distante,
con el marrón en mis ramas
y el verde en mi pecho errante.

Cuántos siglos de tristeza

Cuántas tierras sin labrar,
lágrimas incendiarias de
los hombres, corazones
negros de ira y frialdad,
que buscan consolidar
sus temores.

Cuántos siglos de sangre espesa,
derramada sobre mares ausentes,
hombres de locura hechos
y viajes de caminos inertes.

Cuánto dolor en vuestras cabezas,
cuánta niebla en vuestros ojos,
como un bosque deshojado y pobre
sumido al mando de los
salvajes orcos.

La locura

Contemplamos a un hombre sentado en un despacho desordenado, a la derecha una lámpara de escritorio con luz tenue ilumina la mano de este hombre en la edad madura. Está escribiendo sobre un cuaderno sucio de tapa negra con una pluma de tinta azul. Se puede discernir lo que está escribiendo:
"Para algunos de estos vencidos, Dios es como un volcán que dispara lava a los ojos de la gente, un disparo contundente en el corazón que hace de la vida un naufragio permanente. Dios no existe, dicen. Dios es un proxeneta que domina nuestras vidas a su antojo, una balada triste que no conoce perdón ni misericordia, dios no existe para aquellos que no creen ni en su propia existencia."

Más tarde sale de su despacho, apaga la luz y se dirige a una de las salas contiguas, dentro podemos comprobar que es una sala de experimentación, el científico entra y cierra la puerta introduciendo el codigo de seguridad, se coloca una bata de color blanco y examina exangüe a la última víctima del día: un hombre adulto de mediana estatura, está recostado sobre una camilla de hierro con una serie de artilugios a la derecha de ésta. Este científico del que conocemos su nombre gracias a su tarjeta de identificación: Israel; poniéndose unos guantes de látex amarillentos pasa su dedo índice por la zona craneal de la víctima. Una recortada y tersa barba se erguía sobre su mentón. Pasa su dedo ahora por la clavícula deslizándolo hacia abajo, recorre suavemente el vientre y se detiene bruscamente en la zona genital descubierta. Para este científico un tanto encolerizado por el horario del día esta víctima es un perfecto rendido, es algo con lo que puede descargar sus energías irritadas. Se dispone a tomar en su mano una ballesta utilizada como evidencia para examinar el efecto de la descomposición de la madera en condiciones extremas. Exhibe una mueca de demencia e introduce el arma en el ombligo del cuerpo sin vida. Insiste hasta que de una grieta en la epidermis brota un chorro de sangre continuo. Dios no existe. No puede dominar la situación, la ciencia se encarga de ser el artífice para la humanidad como lo es dios para los creyentes.
Recuerda en su mente el sonido de la explosión de una granada desmembrando cuerpos, el temor de unos rehenes durante un atraco de arma blanca y se regodea. Es un desertor más y disfruta con su traición, disfruta de tal manera que irrumpe en gritos ensordecedores y cogiendo un destornillador de punta plana le asesta varias puñaladas por todo el cuerpo, la acogedora carne cediendo al metal le produce un placer indescriptible. Su ira, su rabia, su furia contenida descargándose sobre ese individuo muerto. Subyugado por el descontrol latente del momento asía unas tijeras de disección y las introduce en el recto de la víctima, le abre la apertura bucal para recrear una mueca de dolor, imagina unos gritos ahogados bajo el punzante escozor. Con rudeza corta el recto, corta la piel, la carne flácida y blanda. La sangre le salpica su blanca y larga bata, se acaricia los labios. Es consciente de su crimen, de su delito, pero es su perdición y goza. Alarmados por los gritos y los ruidos elevados, dos compañeros abren la puerta introduciendo un código y tras contemplar la ruda escena, sonríen con alevosía.

Carta de un alma

Creo que ya es hora de dejarte,  me he cansado de ti,  siempre has estado pidiéndome consejos, yo te los he dado y tú ni siquiera te has molestado en aplicarlos. Has acudido a mí, buscándome cada vez que te ha faltado algo, cada vez que te has sentido sola. Y cuando yo te he necesitado a ti, ¿Dónde has estado? Zafándote de mí, escondiéndote en ti misma, huyendo de la realidad. Me duele mucho tener que abandonarte pero hace tiempo que tú lo hiciste conmigo, a tu fiel amiga, yo que nunca te he dado de lado, yo que siempre he estado en tus momentos más difíciles, y ahora que te digo adiós ni tan siquiera me dejas despedirme, pues no quieres darme la cara. Ahora serás débil y frágil sin mí, me añorarás, rogarás mi presencia y para entonces yo ya me habré ido. Tú estarás vagando por el camino equivocado y no habrá nadie que lo impida. ¡Cuántos momentos hemos compartido!, esas noches en las que nos hemos quedado tú y yo solas, contemplando las estrellas, encontrando soluciones a los problemas, sacando lo mejor de cada una de nosotras, para aclarar los pensamientos más oscuros y, en los más duros momentos, hemos permanecido juntas y hemos estado sobreviviendo a las duras batallas. Recuerdo ese día en el que todos te dieron la espalda; te apartaron y evitaron cualquier contacto contigo, ya fuese físico o emocional. ¿Te acuerdas de la sonrisa que te hice sacar? No me diste las gracias, aunque no te las pedí, pero conseguí que fueses feliz al menos por un momento. Hubo muchos días en los que estuviste llorando pero ahí estaba yo para secar tus lágrimas, tú te desentendiste de mí al día siguiente, yo me conformaba con saber que te hice un bien, sin embargo me hiciste sentir como si mi existencia fuera en vano. ¿Alguna vez me has querido? ¿Acaso he significado algo para ti? Nunca me has respondido a ninguna de mis preguntas. ¿Por que siempre me ignoras? Yo jamás te haría algo así.
Se acabó, estoy derrotada, tú ganas, me voy, alguien me recogerá en el camino, o quizás nadie me quiera y a nadie le importe, tal como tú me has dado a entender. Puede que te haga sonreir el saber que te dejaré en paz por siempre, ya nunca más volverás a escucharme corregirte cuando escojas un sendero equivocado o darte apoyo cuando tengas un mal día, pues por lo que veo, ya no lo necesitas. Espero que no te pierdas en el camino y que te vaya todo bien y sobre todo que nadie te haga daño como tú me lo has hecho a mí. 
Hasta siempre: Att. Tu alma.

La liebre y la tortuga

En un bosque se encontraron una tortuga y una liebre. La tortuga del bosque quería tener más velocidad, mientras la liebre veloz quería tener más protección. Ambas vivían en desasosiego envidiándose la una a la otra. De pronto una niebla inundó la escena y sus cuerpos se intercambiaron. Contentas fueron a vivir sus vidas con sus nuevos rostros. Al cabo de una semana ambas se volvieron a encontrar y confesaron lo mucho que anhelaban sus apariencias, pero lamentablemente tuvieron que vivir así por el resto de sus días.

El alma perdida

-¿Hola? ¿Alguien puede ayudarme? -Preguntaba aquel alma con voz triste. 
-¡Hola! ¿Qué te ocurre? Pareces desesperada. -Dijo un corazón que paseaba por la zona.
-He sido abandonada.
-Entonces ya somos dos. ¿Qué ha pasado? -Le preguntó el corazón con cara triste.
-Pues la chica que era mi dueña no quiso seguir llevándome con ella para ayudarla y hace unas horas ha decidido acabar con su vida en una bañera.
-¡Qué casualidad! A mí me ha pasado justo lo mismo. -Contestó el corazón.
-La culpa fue de su cerebro que le dijo que estaba gorda. -Dijo el alma.
Y los dos lloraron abrazados.

Y nunca volvió a ser el mismo

La necesitaba, hacía tiempo que había dejado de sentirla dentro, la echaba de menos, ella era lo último que esperaba perder. Ya vendió su corazón en otro tiempo a las manos equivocadas y ya olvidó cómo se sentía el amor. Sin embargo, aquella noche Gregor entregó lo único que le quedaba, su alma. Aquel frío cuatro de diciembre decidió vender su alma por un libro. Decían que se apellidaba Samsa y que nunca volvió a ser el mismo.