lunes, 30 de marzo de 2015

Devorada por la soledad


Anoche las horas no pasaban,
anoche las lagrimas me sepultaban,
anoche la oscuridad fue eterna
y me resguardé en mi propia pena.

Sentí la luna más cerca que nunca,
el acecho de la muerte en mi nuca,
el pasado en mis manos retorciéndose
y me cubrió la locura con su guante negro.

Desperté con las cuencas huecas,
sentí a los gusanos en mis muñecas,
y cómo devoran las hienas su presa
así mi piel era devorada por la soledad.

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