domingo, 4 de diciembre de 2016

Reencuentro inesperado

- Siempre hemos estado tan condicionados en las pocas palabras que hemos cruzado que me pregunto de qué podríamos hablar ahora en estos momentos que nada nos ata, observa o presiona, Señor No siento nada. -Dijo con una mala imitación del chico que se encontraba al otro lado de la sala y finalmente sonriendo con una sonrisa dulce e irresistible, de esas que deberían estar expuestas en un museo para que todo aquel que la contemplara se enamorase de ella.

- Tampoco tengo interés en averiguarlo, por mí esto es todo por hoy, habla tú si gustas pues yo ya no tengo nada más que hablar contigo. Además me has interrumpido, estaba apunto de hacer algo importante.

- Y no sería...¿respirar? ¿O tal vez parpadear? Dijo burlona la chica.
El muchacho soltó un gruñido y volvió la cara a un lado con una mueca de indiferencia.
Tú siempre tan amable...o eres odioso hasta extremos o eres excitante como nadie. Te ayudaré a quitar esas grapas que tienes en la cara de poeta maldito que al final se te van a quedar todos los músculos tiesos de forma irreversible.

- ¿Puedes simplemente dejar de ser tan molesta? Increpó el chico que mostraba en su tono cansancio mental. -Sólo eso, ¿Vale?

- ¿Siempre estás igual?! Me pregunto si tendrás término medio y cuál será... Respondió herida la muchacha.

- Así que me preguntas cuál es el término medio...Probablemente ni siquiera tú lo sepas y aún así te atreves a interpelarme.  No creo en términos medios y tú sólo finges encontrarlos, como hacen todos... juego sucio por parte de la gente, ¿no crees? Para mí es morder o ser mordido sin más pero para eso está la justicia quienes tienen la obligación de encontrar algo justo para que la balanza esté siempre en favor de ambos jugadores mínimamente.

- Eres demasiado borde para una simple pregunta, ¿Eres así siempre con todo el mundo? Es imposible entablar una conversación amistosa contigo en las condiciones que imperas porque apuesto a que gustas de ser tan frío con los demás y en cambio no soportas lo mismo hacia ti. Si quieres formar parte de una sociedad debes adaptarte a ciertas normas básicas.

- Las leyes son para los débiles.

-Las leyes nos hacen humanos, no obstante cada uno tiene la elección de cumplirlas o no, ¿Acaso te han puesto una pistola en la cabeza para que no tengas la libertad de elegir? -La chica empezó a alzar la voz airadamente.

- Yo hace tiempo que dejé de ser humano y tampoco es que lo eche de menos. Preocúpate de otros que sientan todavía algo fieramente humano, y ahora tengo asuntos que atender....¿si me disculpas?

- Aún sigues siendo tan molesto como antaño, echaba de menos tu carácter tan particular. Aunque veo que sigues escondiéndote tras esa capa negra de material fosilizado. Espero que esos asuntos no sean deprimirte mirando sentado en tu famoso sillón beige a la gente que pasa por la calle a través de la ventana porque en ese caso tu asunto mayor voy a pasar a ser yo, ya que tendrás que ingeniártelas para echarme de aquí.

-Eres francamente insoportable Lorie, no sé como pudo salir contigo Allan. Habría que verlo jugando a sus juegos online contigo de fondo en la misma sala, realmente hasta el timbre de tu voz es molesto.

- Pues si tanto me odias ¿por qué llevas hablando conmigo todo este rato y aún no estoy en la puerta hablando sola? Si hubieses querido yo ya me habría ido pero no soportas no estar cerca de mí, incluso discutir conmigo te causa placer bajo esa insípida momia de gesto que tienes en el rostro usualmente. Negarlo no hará que desaparezca, te lo advierto.
Donnie apretó los puños y se encogió de hombros tras escuchar tal acusación pues para su desgracia todo lo que Lorie había dicho era cierto y odiaba con todas sus fuerzas que fuera así. Había estado enamorado de esa mujer desde que Allan le dejó a solas con ella cinco minutos en los que se miraron a los ojos y apenas conversaron. Aquellos cinco minutos se alargaron dos años hasta hoy, el día en que ella había decidido acabar con la gran falsa relación amigo de ex novio - ex novia de amigo, así que decididamente aparcó su Fiat rojo en el nº 54 de la calle Cervantes a las siete y cuarto exactamente y armada de valor subió las escaleras hasta el 3ºB mientras en su cabeza se desarrollaban una serie de escenas posibles una vez llamase al timbre y se vieran por primera vez después de tantos meses. ¿Le contestaría el pesado silencio y tendría que irse apenada y desilusionada de allí? ¿Le saludaría amablemente Donnie y la haría pasar acompañando su contoneo al caminar con la mano sobre su cintura? ¿La mandaría de vuelta a casa con frías palabras?
En lugar de todo eso, su cara de indiferencia le resolvió las dudas con un inexpresivo -Bah, Lorie... y se quedó de pie tras la puerta después de que ella se sentase en una de las incómodas sillas de madera del salón.

Entonces después de un cortante y filoso silencio Donnie le respondió a aquella figura de metro setenta que cada vez hablaba con menos distancia entrambos.
-No tengo idea de dónde sacas todo eso pero te diré que te equivocas antes de que te precipites a crear más historias ficticias y absurdas de ninguna parte. Y tienes razón, llevas demasiado tiempo aquí- Se dirigió hacia la puerta de la calle y fue a abrirla cuando algo le agarró del brazo impidiendo su avance-. ¿Eh? ¿Se puede saber que diablos haces? Ya puedes decirme quien te ha dado permiso para tocarme porque yo desde luego no. Aparta. Y su voz decapitó a Lorie en ese justo instante pues hasta el aire que apenas entraba por el hueco de la puerta salió despedido y atemorizado con la ira de aquellas palabras.

- Estoy enamorada de ti, eso es todo lo que sé.
Algo hizo flaquear al chico de pelo caoba y le recorrió todo el cuerpo. (Yo también) Se dijo a sí mismo clavándose un puñal y partiendo su teñido corazón renegrido.

- Vete. Ya. Ordenó vehementemente.

Y sus brazos rodearon la cintura de la chica muy opuestamente a como ella lo había imaginado. Había en su gesto violencia, ternura, languidez y tristeza. Dirigió sus pasos hasta la puerta y tras calcular una prudente distancia desde la muchacha y dicha puerta, la cerró en seco, dejando tan sólo el sonido de sus pasos alejándose al otro lado. Unos pasos tan graves como el terrorífico abandono.


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