miércoles, 18 de enero de 2017

Un mundo aparte: Plenitud



Rodeada, sí, estaba rodeada de gente que hacía que me sintiera mejor. No era la única que tenía problemas como esos. Es precioso sentir como la vítrea mirada de otro se refleja en ti de la misma forma que la tuya en la de otros ojos. Nuestros iris estaban rasgados, las pupilas agrisadas y nuestras pieles eran escamas de siluro muerto. Maravilloso, no era la única que vomitaba para no sentir la triple talla de pantalón imaginaria o que mentía constantemente para salvar su trasero ...ese enorme trasero de carne flácida y pasada de cocción. Hasta había logrado ser una persona normal a ojos ajenos, tener parejas y grupo de amigos.

NO. No eran mis amigos pero todos sabemos fingir bastante bien, sentirnos solos en un mundo repleto de personas es una sensación tan atroz que raspa garganta, afila huesos y nos hace ser fantasmas de la supervivencia, aunque ya estemos todos muertos. El conocimiento es la información más poderosa y el arma más tenaz que existe, por ello procuro saber cuanto más, mejor. Un diamante se quebrará con una prensa hidráulica al segundo del ceñido contacto, una magna nevada no cubrirá un camino de cloruro sódico, el ignorante no podrá desafiar la inteligencia del que mucho sabe, sólo si de nada entiende. Cuarenta y cinco golpes reflectantes, cuarenta y cinco de hambre y deshidratación primitiva y seis años de tortura psicológica con descansos para el café y unas cuantas carcajadas rompe-mandíbulas. Y así fue como lo perdí todo, el camino recto es aquel recorrido solitario y único que has de proteger con espada y escudo contra las larvas y los gusanos que se acercan a picar de tu carne muerta, querrán aprovechar los fluidos que tengas y los tejidos más blandos para poner sus huevos y destruirte al eclosionar éstos. Y yo perdí mi cuerpo cuando ya sólo restos de tuétano conformaban mi esencia de deshecho humanoide.
No volvería a prestarle confianza a nadie sin poner de por medio intereses de mi conveniencia pues ellos siempre me necesitarán de cualquier forma y yo sé cómo invertir esas necesidades a mi placer. Por mi paladar habrían pasado tantos sabores como derrotas e inequívocamente habría cedido a la manipulación sistemática para un beneficio exclusivamente propio, aunque eso es algo que sólo yo sabía. Me estaba congelando en un frigorífico de cerdos desgarrados y asesinados a sangre fría, me convertí en esa dura piedra de filos cortantes que no se erosiona y hiere sin perder su color tantas veces como le es posible. Había estado calcinándome a la vista de todos sin advertirlo y extraje el corazón delator que estaba volviendo loco a Poe de mi organismo. La adolescencia pasó sobre mí condenadamente lenta y ligeramente arrasadora. Pero toda bruma visceral, toda amurallada ciudad de piedra fue destruida por el encanto de unos ojos negros que me otearon en medio de un fingido mundo de argucias y enredos.

Encontré mi humanidad.

Parte III

Quería significar algo para ella, de algún modo quería dejar la manipulación sistemática y el interés egoista para poder reconocerme en sus ojos como la que realmente era yo, sin cercos de seguridad. Sin embargo el eslabón perdido del planeta no podía pretender encajar en la cadena de otra máquina sin tener en cuenta los peligros. Yo no era real, era un personaje de Tim Burton con unas ojeras de veinte centímetros de espesor y una vida pintada de gris con motas negras, cuadro puntillista pobre y antiestético.

Me gustaba y deseaba ser abrazada por ella más de lo que imaginaba pero no podía asumirlo, la capa de hielo no se derritió del todo hasta tiempo después.
Cerca de ocho personas intercambiaban palabras y sucesos entre ellos y yo estaba en ese rincón, sobria y quieta observando como de costumbre la precariedad de la raza humana en el proceso de la relación social. Repulsivos.

Y allí estaba ella junto al calor de una rubia ojizarca, arrojando calidez entre tanto frío entumecedor. ¿Por qué fui a contemplar cómo sus ojos sujetaban la mirada de otros? ¿Por qué no me alejé cuando aún estaba a tiempo? Dos razones emergen como monolitos en forma de respuesta: Me gustaba sufrir por causa propia, huía del dolor provocado por razones no buscadas pero hallaba hogar en el inducido por mí y por otra parte, se gestaba un sentimiento que no reconocía y al que no prestaba atención. El amor había clavado sus garras en mi férrea puerta y tenía intención de crecer y vivir ahí hasta que la abriese y pudiera entrar triunfalmente.

- No, has venido a pasarlo mal y a hacer lo de siempre, nada de distraerse y divertirse, se divierten aquellos que se ganan ese derecho y son capaces de ignorar la fiera realidad a la que están sometidas sus vidas en un mundo de necrópolis donde tú eres una semimuerta. No la mires, no es tu cometido esta noche, aunque es tan hermosa como la primera luz del día en diciembre, tan exquisita como un cerezo en flor. Quiero bañarme en sus tiernos labios y quedarme siempre ahí... -Mantuve esa lid en mi cabeza durante todo el tiempo que permanecí en aquel lugar y finalmente empecé a entender que lo que estaba ocurriendo se escapaba a mi control.

¡Vaya! La piedra filosa estaba abriendo una grieta para dejar que alguien socavara su interior y descubriese todos sus miedos y tragedias. Tenía que ser ella y nadie más aunque no supiera porqué. Odié no poder elegir y ser sometida a voluntad del sentimiento pero no quedaba otra que agachar la cabeza y aceptar la inesperada verdad. La sociópata de tercer grado no volvía a la carga esta vez, abrió su puerta y cedió la palabra al corazón el cual no decidía nada desde hacía más de tres años.

Me enamoré.

Yo comparto mis sueños y mi vida a disposición de la de otra persona si mi amor prevalece y se levanta por encima de todo, el vuelo no cesa si las alas de este ángel caído son reparadas. Y volaría tan alto como me dejasen las estrellas. Sin embargo nadie puede conturbar la naturaleza inestable y amarga de esta moribunda existencia, el abatimiento y la angustia son una parte viva y connatural de mi ser que estaría en la tripulación de la goleta y viajarían en la travesía durante la duración de la misma. Y ella lo aceptó, sin tratar de cambiarlo y demostró lo que nadie hubo probado antes.

Fui salvada.

Sus brazos ahora abrazan mi rota figura y me reconozco en sus ojos, veo el esbozo de alma de mi interior a través de sus pupilas y descanso en paz y con placidez sobre sus latidos que a su vez repican junto a los míos. Ya no hay hielo a mi alrededor para ella pues si alza la mano consigue atravesar esa pétrea muralla que tantos años estuvo reforzándose, puede pasar con toda la confianza de un verdadero hogar y quedarse cuanto quiera pues ya no echaré a correr ni hundiré el rostro en mis rodillas. Y ahora somos un sólo aliento, una única tragicomedia de dos personajes de cuya obra son protagonistas.
No obstante yo continúo en mi sofocante congoja de vuelta a las garras cercenadoras de ese falso hogar que tenía junto a unos padres que me ofrecían un amor infravalorado por mi obstinada sociopatía insensibilizadora de la zona de emociones de mi cerebro desde hacía demasiado tiempo.

Yo no he cambiado, sigo colisionando con el mundo hediondo que me rodea y observando con displicencia los cadáveres del cementerio que cavan sus propias tumbas, minuto a minuto, erigiendo una inmensa nube de polvo y gas que asfixia sin cesar. Pero yo no soy como ellos, todavía se puede vislumbrar con cautelosa proximidad el asco y el menosprecio que alojan mis ojos. Y mientras, añoro, amo, deseo, observo, sollozo, odio, abrazo, beso y uno mi cuerpo y alma junto a otro ángel caído que añora, ama, desea, observa, solloza, odia, abraza y besa al tiempo que teje el hilo del destino que nos une para siempre, en un edén mundo aparte del cementerio de cadáveres de lugares vertedero y sucias sonrisas, perversiones, patrañas y horrores localizados.

Vivimos en un mundo aparte. El puzzle de ambas se ha completado sin adhesivo ni uso de fuerza. Natural, esperanzado, sincero.




Empiezo a respirar

por primera vez.

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